21 noviembre, 2024
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Surrealismo y delirio organizado: de paseo por la cabeza de Magritte

Barcelona Actualizado: Guardar

La pipa en realidad no era una pipa, así que esto tampoco es una exposición. Mucho menos una retrospectiva. Porque con Magritte, el mago del surrealismo que trufó la historia del arte de manzanas y bombines, de cielos añiles y palabras con múltiples significados, nada es lo que parece. Así que lo que se presenta como la primera gran muestra dedicada al ilusionista belga en más de dos décadas es en realidad otra cosa. A saber: un intento de mapear el cerebro de René Magritte (1898-1967), cartografiar su arrebatada singularidad y descifrar el código fuente de su creatividad. «No desvelamos el enigma, pero sí permitimos entrever los mecanismo y engranajes de su imaginación», explica Guillermo Solana, director artístico del Museo Thyssen y comisario de una exposición que llega a Caixaforum Barcelona tras estrenarse en Madrid el pasado mes de septiembre.

Tan a pecho se han tomado el reto de meterse en su cabeza que incluso la sala, con sus paredes curvas, los cantos espejados y esas puertas convertidas en evocadoras siluetas, intenta reproducir el cerebro de Magritte; ese mundo «lleno de conexiones y laberintos». Una cabeza pensante y ‘pintante’ que, detalla Solana, funcionaba aplicando métodos de variación y contraposición. «En su trabajo hay una sistematización del delirio, un método paralelo a lo que Dalí llamaba la paranoia crítica», explica el comisario. «Organiza un delirio de manera lógica», añade.

Libertad y riesgo

En Caixaforum, todo esto se traduce en un recorrido alternativo por la obra de este «surrealista único», en palabras de Solana, que dobla o triplica la apuesta de la gran retrospectiva que se vio en 1998 en la Fundación Miró. «En aquel momento Magritte era una novedad, había que presentar una exposición canónica. Ahora hemos tenido más libertad; cuando se hace una segunda gran exposición hay que arriesgar más», justifica el comisario. De ahí que la exposición orille el relato cronológico y la acumulación de obras maestras para centrarse en el «carácter metódico» de su producción a partir de 69 pinturas llegadas de medio centenar de museos y colecciones de Europa, Canadá, Estados Unidos y Japón.

'Delirios de grandeza', de 1962
‘Delirios de grandeza’, de 1962 – © René Magritte, VEGAP, Barcelona, 2022.

«Magritte es un artista metódico que vuelve una y otra vez sobre ciertos motivos, y hemos intentado reunirlos en grandes bloques temáticos», relativiza Solana a la hora enhebrar el hilo conductor de una exposición cuyo título, ‘La máquina Magritte’, remite directamente a la repetición, variación y combinación. También, claro, a esa ‘Máquina universal para hacer cuadros’ con la que fantaseaban los surrealistas belgas en ‘La Manufacture de Poésie’ de 1950.

El arte de pensar

«Desde mi primer exposición, en 1926, he pintado un millar de cuadros, pero no he concebido más que un centenar de esas imágenes. Este millar de cuadros es el resultado de pintar con frecuencia variantes de mis imágenes: es mi forma de precisar mejor el misterio, de poseerlo mejor», dejó dicho el propio Magritte, palabras que sirven ahora para introducir una exposición que suma a las obras vistas en Madrid dos nuevas piezas: ‘El sentido de las realidades’ y ‘La violación’.

Ilusionista de los pinceles y superhéroe con más ases en la manga y trucos en la chistera que poderes sobrenaturales, Magritte definía su pintura como un arte de pensar, máxima que guía esta muestra que ahonda en conceptos como el desajuste entre realidad y lenguaje, la convivencia de lo animado y lo inanimado y la relación problemática con la identidad.

Ideas que, igual que la paradoja, la influencia del collage o el cuadro dentro del cuadro, saltan de lienzo en lienzo siguiendo un recorrido temático que arranca con autorretratos serios o irónicos como ‘Tentativa de lo imposible’ y ‘El mago’, y culmina con esa megalomanía resultante de «querer hacer aullar a los objetos más familiares». Ahí emerge, imponente, el pedrusco flotante de ‘El sentido de las realidades’, broche final de una exposición que se detiene en los ‘tableaux-mots’ de Magritte, cuadros que combinan palabras e imágenes figurativas en aparente contradicción; se entrega al juego del recorte y la superposición con obras como ‘La alta sociedad’ y ‘La perspectiva amorosa’; y sublima el trampantojo de la mano de ‘La bella cautiva’, ‘Los paseos de Euclides’ y otros cuadros atrapados dentro de cuadros.

Una visitante toma una foto de 'El futuro de las esculturas'
Una visitante toma una foto de ‘El futuro de las esculturas’ – EP

Mimetismo

Rostros, máscaras y ejemplos de mimetismo como ‘El futuro de las estatuas’, con la máscara funeraria de Napoleón confundiéndose con un cielo azulado y nuboso, o ‘El seductor’, con un buque formado a partir de la espuma de las olas, completan un retrato que también se desvía de lo artístico para colarse en la intimidad del creador a través de fotografías y películas caseras. «Nos ayudan a establecer relaciones entre la vida del artista y sus creaciones», apunta Solana sobre unas instantáneas en las que lo mismo aparece uniformado realizando el servicio militar en Beverlo que posando junto a su mujer Georgette.

Información adicional para completar este paseo por la cabeza de Magritte que busca reivindicar al belga, aún más si cabe, como pieza clave del surrealismo. «Es un surrealista único, a veces en conflicto con París . Conserva la frescura del dadaísmo. Él es quien determina lo que es hoy el surrealismo. Los movimientos cambian en su percepción histórica a medida que unos artistas crecen y otros declinan. Así que surrealismo es Dalí, Miró y Magritte antes que André Breton», destaca Solana.

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