La sala Villa Villa del Centro Cultural Recoleta se convirtió en la noche del sábado en el escenario de una entrevista multifacética que la actriz Agustina Muñoz realizó a la célebre artista estadounidense Laurie Anderson, quien en marco del Filba realizó un pequeño homenaje al músico y poeta Bob Dylan, recordó anécdotas personales -como la de su abuelo que estuvo preso desde los 9 a los 19 años- y reflexionó sobre el rol del artista: “No quiero cambiar el mundo, incluso con su colapso. Intento ver las cosas tal como son y no cómo deberían ser o cómo podrían llegar a ser”, sostuvo entre otras definiciones.
“En primer lugar, ‘Hola’”, saludó la creadora de hito musical “O Superman” al público, en su mayoría personas de mediana edad, aunque también había jóvenes escuchando con detenimiento.
“Se ven tan cómodos ahí sentados”, expresó en referencia a un grupo que se encontraba sentado a lo indio muy cerca de ella y de Muñoz. Los presentes, que siguieron el diálogo con traducción simultánea a través de unos auriculares que ofrecía la organización del evento, habían recibido con un estruendoso aplauso a la artista visual, escritora y performer, una de las mayores figuras del festival literario que culmina mañana.
Una contadora de historias
Anderson tiene un recorrido profesional que se bifurca constantemente y alcanza lugares nuevos y sorprendentes cada vez. Muñoz, la moderadora de la entrevista pública a la artista, confesó que estuvo muchos años sin poder definir con una sola palabra el trabajo de ella. Sin embargo, cuenta que escuchó a la autora de temas como “My Right Eye” o “Strange Angels” responder en una entrevista que se definía como “una contadora de historias”.
“¿Qué quise decir con esto? -se auto interrogó la performer estadounidense-. Creo que incluso cuando estoy tratando de hacer una pintura, siempre tiene que ver con algún tipo de historia. Me gusta pensar incluso en una situación, aunque sea una historia muy breve”, explicó Anderson sobre esta catalogación.
Para la también cineasta, aquella definición remite a “una forma un poquito renga” de definirse. Y confesó: “No sé porque la gente insiste en ponerle un rótulo pero me pareció que era una buena forma de que el periodista dejara de hacerme preguntas en ese momento”.
“¿Hay historias urgentes para contar?”, le preguntó Muñoz. Anderson contestó que elude la urgencia. “Trato de resistir contar las historias que las personas están contando, por ejemplo, sobre el colapso del planeta, aunque piense que es muy interesante: es la historia del fin del mundo. Pero a mí me parece que es una historia muy difícil de contar porque si uno lo hace, le está contando esa historia a nadie. Entonces, ¿es acaso una historia?”, cuestionó la artista.
“Yo no soy tan optimista para hablar de re-energizar. No quiero cambiar el mundo, incluso con su colapso. Intento ver las cosas tal como son y no cómo deberían ser o cómo podrían llegar a ser”, apuntó Anderson.
“Dentro de eso, hay un secreto que tiene que ver con ver las cosas ‘mejoradas’.Todo el mundo tiene una manera de imaginar cómo sería ese mundo mejor pero es difícil poder lograr ese equilibrio, ¿no te parece?”, preguntó irónicamente. El público rio cómplice.
Irse por la tangente
“¿Qué experiencias o qué artistas te producen un encuentro con el misterio?”, interpeló Muñoz a Anderson, quien comenzó a responder esta pregunta de un modo inesperado: “Tengo un amigo que me dio una lapicera con forma de pipa que dice ‘Ceci n’est pas une pipe’ y tiene un botoncito que dice ‘No’. Mi amigo me dijo: ‘Te hace falta esta lapicera/pipa porque vos tendés a decirle que sí a todo”. El obsequio hace alusión al cuadro “Esto no es una pipa”, del artista belga René Magritte.
¿Es posible crear música para criaturas bajo el agua? Anderson respondió que sí. ¿Crear una obra de arte con la participación de chimpancés? Anderson volvió a responder afirmativamente. “Es como una droga”, bromeó la artista sobre su predisposición.
“Hace un mes estaba visitando la República Checa y se me acercó un señor que resultó ser el ministro de Cultura de esepaís. Me había escrito una carta hace 30 años, en ese momento era Checoslovaquia, para poder adentrarnos en las cavernas y crear música”, recordó Anderson y agregó: “Soy una persona que depende de las sugerencias de otras personas. Cuando alguien me propone algo así, me intereso en demasía. Me gusta salirme de mi propia agenda de proyectos”.
Y acto seguido, enumeró alguna de sus ocurrencias: “un santuario para los chimpancés en Florida -ejemplificó Anderson-. Me enviaron algunas pinturas que según esta gente que me propuso la idea fueron creadas por los chimpancés. Era ridículo. Las pinturas estaban bien. No hacía falta que yo las interviniera”, contó la artista entre risas.
La artista se dedicó a trabajar con los chimpancés que estaban en un refugio. Un día fue con su equipo de grabación, su violín y con su voz, creó música que mezcló con los sonidos que los animales hacían. “Toqué y uno de los chimpancés, que se llamaba Arthur, empezó a engancharse. Arthur volvió a imitar la melodía. La vida no puede volverse mejor que eso”, recordó Anderson.
“Creo que me fui por la tangente”, afirmó la artista al finalizar la anécdota y acotó: “Cuando me pongo a hacer mi trabajo, lo hago con la concepción de que no soy una persona focalizada en un punto profesional único”.
Anderson recordó que pertenece a los años 60 y definió a esta época como un período en el que no se tenían planes. “La situación es diferente ahora pero antes las personas que tenían planes y sabían dónde iban a vivir… Esa gente nos daba lástima. Yo creo que tengo esa cualidad que pertenece a los 60”, confesó.
Los misterios de Anderson
“Algo de tu obra me trae al mundo misterioso de los sueños. ¿Cómo es tu vida dormida? ¿Escribís tus sueños?”, preguntó Muñoz. “Muy psicoanalista”, se escuchó entre el público. Luego de un silencio breve, Anderson confesó: “Me gusta la cualidad de cortes abruptos de los sueños pero creo que en la mayoría de los casos no siempre reconozco la autoría en mis sueños y no me banco escuchar los sueños de las personas”.
“Los sueños son tu propio teatro privado. Cuando ves a tu tío John tiene sentido para vos pero no para otro. El trabajo del artista es hacer algo que va a tener sentido para otros”, señaló.
La creadora de “The Dream Before” expresó que se prefiere “en la vigilia”. “No creo tener una cuestión secreta que solo se revele en el sueño. Creo que hay una forma de comunicarse en los sueños que tiene una presencia silenciosa. De manera curiosa las personas no están hablando demasiado”, reflexionó Anderson y luego bromeó: “A veces también me doy cuenta que soy la directora, la diseñadora, la directora de luz y vestuario de mis sueños y pienso ‘¿Por qué hice que se viera así?’”.
“Quizás lo más interesante es darme cuenta cuánto proyecto cosas sobre otras personas que no están para nada vinculadas con ellos. Es como un laberinto de espejos”, dijo.
La vida de una artista polifacética
“Me gusta hablar en segunda persona. No me interesa hablar desde mí, no me importa si me conoces o no. No es mi meta como artista expresarme”, explicó sobre su propuesta artística y agregó: “Si tuviera que definir mi meta como artista sería intentar describir algo para que alguien diga ‘Entiendo a lo que te referís’, y que le suene familiar. El reconocimiento es lo que estoy buscando”.
En muchas ocasiones, la performer incluye historias de su vida privada en las obras. “Me gusta más escuchar las historias de las personas que sus sueños”, señaló en tono irónico.
“¿Cómo fue crecer en el medio oeste norteamericano?”, preguntó Muñoz. “El medio oeste es un lugar hermoso primero que nada y tiene partes que son muy planas, como aquí. Lo llano para mí es ideal, cien por ciento horizonte”, contó sin dudar y mirando al público.
“Muchas de las personas que vivían allí mentían sobre sus orígenes. Uno de mis abuelos hizo esto: dijo que había venido de Suecia solo a los cinco años, que comenzó un negocio de caballos a los 9 y que se casó a los 11. Esa fue la historia que todos conocimos durante toda la vida. No descubrí la verdad hasta hace cuatro años”, relató Anderson y pronto la conversación cobró un carácter íntimo.
“No vino solo, vino con sus padres. Y su mamá murió inmediatamente después y su papá se deshizo de sus hijos porque no podía ocuparse de ellos. Después los buscó de nuevo pero sus hijos no lo querían. Mi abuelo estaba solo. Empezó a robar. Lo encarcelaron a los 9 años y se quedó en prisión hasta los 19. Lo puso en prisión su papá”, continuó la artista y agregó: “La profesión de su padre era ser alcohólico. Uno cuenta la historia que puede contar y no cuenta la historia que no puede contar”.
Cuando Anderson dio con esta información, buscó en qué prisión había estado su abuelo y descubrió que fue Redwing en Minnesota, un territorio de Estados Unidos que limita con Canadá y el Lago Superior.
“Una de las canciones de Bob Dylan se llama ‘Las paredes de Redwing’, es una descripción muy sombría. Los paredones eran muy altos, a los niños que dejaban allí encerrados los hacían trabajar. Era muy difícil salir de esa prisión. Escuchar la canción fue ‘Uf’”, exhaló la artista y agregó: “Porque tenía que ver con las mentiras, con las historias dolorosas y también cuando las personas dicen que la música puede cambiar al mundo pienso en Dylan, porque no estaba hablando de estar buscando el amor y sobre ser un guitarrista solitario. No es una escritura confesional. Él abre los ojos bien abiertos y se pregunta qué es este mundo”.
El público aplaudió. “Acá tenemos muchos perdedores. Realmente Dylan era excelente”, expresó la artista.
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