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El estilo agresivo del presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, no es nuevo pero, desde principios de año, concentra sus ataques y amenazas contra una institución en particular, el Supremo Tribunal Federal (STF), y contra dos de sus miembros en especial, Alexandre de Moraes y Luis Roberto Barroso.
Las cuestionadas marchas convocadas para este martes por el mandatario contra la corte en Brasilia, la capital, y San Pablo, el corazón económico del país, prometen ser el momento de mayor tensión de esta confrontación de poderes del Estado. Pero seguramente la pulseada no se acabará hoy.
Los ataques constantes del presidente contra la cúpula judicial comenzaron en marzo pasado, cuando el STF reconoció la parcialidad y la persecución política ejercida por el exjuez y exministro de Justicia de Bolsonaro Sérgio Moro contra el expresidente Luiz Lula da Silva, quien de esta manera vio anulada su condena a ocho años de cárcel por la cual estuvo 580 días preso y fue inhabilitado para ser candidato presidencial en 2018.
Esta sentencia no solo marcó un hito para las denuncias de ‘lawfare’ en Brasil, sino que además rehabilitó la posibilidad de que Lula, de nuevo favorito en todas las encuestas, vuelva a competir por la Presidencia, esta vez el año próximo, cuando Bolsonaro buscará su reelección.
“Nos sorprende esta decisión porque el accionar delictivo de esa administración (de Lula) le quedó clara a la sociedad. El PT hizo una administración catastrófica, desvíos de Petrobras. Creo que el pueblo no quiere tener un candidato como este en 2022 o pensar en elegirlo, vean cómo subió el dólar o la Bolsa”, advirtió apenas unos días después Bolsonaro y acusó a los jueces que votaron a favor de los reclamos del líder opositor de estar vinculados a su fuerza, el Partido de los Trabajadores.
Unas semanas después y en el marco de una investigación por presuntos intentos de Bolsonaro de interferir con pesquisas de la Policía Federal, la misma corte suprema habilitó la publicación de un video en el que el mandatario estalla contra rivales políticos y gobernadores que desafiaban su gestión de la pandemia e imponían cuarentenas para intentar frenar los brotes masivos que sufrían sus distritos.
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En el video, Bolsonaro no solo calificó de “bosta” al gobernador de Sao Paulo, Joao Doria, y de “estiércol” al de Río de Janeiro, Wilson Wietzel, por impulsar medidas de confinamiento social, sino que amenazó con cambiar a todos los ministros de su gabinete que fuera necesario para proteger a su familia, objeto de varias investigaciones locales y federales.
Además, el juez del STF Celso de Mello pidió la captura del teléfono celular de Bolsonaro, lo que desató un nuevo repudio del Gobierno.
La tensión ya estaba escalando, pero la furia del mandatario alcanzó un nuevo nivel cuando una serie de encuestas pronosticaron una victoria segura para Lula frente a Bolsonaro en 2022, tras el pésimo manejo de la gestión nacional de la pandemia que ubicó al país como el segundo del mundo con mayor cantidad de muertes, solo superado por Estados Unidos.
Es en este momento que Bolsonaro decide empezar a instalar sin pruebas la idea de un posible fraude electoral el año próximo y exige un cambio en la forma de votación. Incluso deja entrever que si el sistema de urnas electrónicas que funciona desde 1996 no se cambia, él podría desconocer los resultados.
Esto fue respondido con dos procesos judiciales por las máximas cortes del país.
Por un lado, la corte electoral con Barroso como su titular abrió una investigación en contra de Bolsonaro por sus repetidos ataques al sistema de urnas electrónicas y, por otro lado, el juez del STF De Moraes incluyó como investigado al presidente en un proceso penal que se inició en 2019 por la difusión en redes sociales de noticias falsas contra las instituciones democráticas.
La respuesta de Bolsonaro fue explosiva y muchos la interpretaron como una amenaza de autogolpe.
“El ministro Alexandre de Moraes abrió una investigación de mentira, me acusa de mentiroso. Es una acusación gravísima, todavía más en una causa sin base jurídica ¿Él abre (el caso), investiga y castiga? ¿Eso está dentro de las cuatro líneas de la Constitución? No lo está. Entonces el antídoto no está dentro de las cuatro líneas de la Constitución. Nadie es más macho que nadie”, sostuvo el mandatario.
Sus palabras fueron repudiadas por los dos titulares de los otros dos poderes del Estado y por un arco amplio del establishment económico y político del país. Sin embargo, Bolsonaro continuó con sus ataques.
Intentó abrirle un juicio político en el Senado al juez De Moraes y, cuando esto no funcionó, continuó escalando su retórica frente a sus seguidores en actos masivos, que seguían desconociendo los recaudos mínimos que demanda la pandemia.
“No nos continúen provocando, no quieran imponer su voluntad porque, quien está con Dios y con el pueblo, tiene realmente el poder”, exclamó el mandatario en un discurso ante numerosos simpatizantes en Florianópolis, estado de Santa Catarina. “Uno o dos jueces del Supremo Tribunal Federal no van a decidir el destino de una nación. Quien fue votado, quien tiene legitimidad, además del presidente, es el Congreso Nacional”, agregó, enfático.
Este martes, con el mismo mensaje, Bolsonaro quiere mostrar que, aunque no tiene la fuerza para imponerse en el Congreso o la Justicia, sí tiene el apoyo de las calles.
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