21 noviembre, 2024
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“La gestión de Bullrich puso a los gendarmes en el peor de los mundos”

Sabina Frederic publicó “La Gendarmería desde adentro” (Foto Maximiliano Luna)

Gendarmería es “la prima lejana” del Ejército y son fuerzas que “tienen muchas cosas en común, más de las que Gendarmería y Ejército están dispuestos a reconocer”, afirmó la exministra de Seguridad Sabina Frederic, durante una entrevista con Télam en la que repasó su libro “La Gendarmería desde adentro”, presentado esta semana en una librería porteña.

Al frente de la Comisión de los Cascos Blancos en la planificación y ejecución de acciones de asistencia humanitaria, la antropóloga de la UBA -profesora de la Universidad Nacional de Quilmes e investigadora CONICET- sostiene en su libro que “deambular entre gendarmes, habitar sus aulas, oficinas, patrulleros y contenedores, caminar con ellos, entender su sufrimiento, su bronca, su agresión y sus alegrías, y situarlos en un contexto compartido con nosotros y en procesos sociopolíticos comunes menos evidentes, suspende el miedo y con ello la cosmovisión que divide amigos de enemigos, culpables de inocentes, autoritarios de democráticos, militares de civiles, víctimas de victimarios” le permitió funcionar de nexo entre las autoridades políticas y militares.

Entre otros temas de abordaje complejo, su libro recupera y valora que el oficialismo de turno la ubicara entre quienes podían dialogar con gendarmes y prefectos cuando estos protagonizaron un conflicto donde se habló de “desestabilizar” y hasta de “golpe de Estado”. “Eso fue posible en parte porque, como antropóloga, contaba con las herramientas para conocer, teórica y empíricamente, la visión que tienen sobre sus vidas aquellos cuyo mundo pretendemos conocer”, remarcó Frederic en diálogo con Télam.

-¿Cómo fue su paso por la subsecretaría de formación del Ministerio de Defensa?

Foto Maximiliano Luna
(Foto Maximiliano Luna)

– En mi paso por el Ministerio de Defensa, donde estuve tres años (2009-2011) como subsecretaria de Formación, coordiné un consejo de políticas de género por pedido de la Nilda Garré. Fue ahí donde creamos un observatorio de género y después hicimos una publicación sobre la profesión militar en la Argentina con mucho trabajo de campo compartiendo la vida cotidiana de los militares. Eso lo hicimos: Laura Masson en Fuerza Aérea, que sigue trabajando en Defensa; Germán Soprano, en la Armada y yo, en Ejército. Garré había hecho incluir siete programas obligatorios en la formación de los militares y uno de ellos era sobre Derechos Humanos (DDHH). Pero otro fue historia argentina, que no había. Luego Garré me ofreció hacerme cargo de la subsecretaría de Formación. Mi trabajo era evaluar cómo venía eso. Yo todavía no conocía Gendarmería, eso ocurriría recién al año siguiente, en 2012. Mi investigación de siete años allí daría lugar al libro.

-¿Mejoró el nivel de conocimiento de estos temas en las Fuerzas Armadas o sigue manteniendo el nivel de desinterés que encontró al principio?
-Creo que mejoró. Ya al comenzar la investigación sobre la Gendarmería noté que las Fuerzas Armadas (FFAA) habían mutado mucho más de lo que había avanzado aquella fuerza de seguridad. Y las FFAA fueron incorporando los DDHH, no solo respecto del terrorismo de Estado sino también a las funciones que tenían en ese momento que, entre las más importantes, estaba la misión en Haití. Y la verdad es que no hubo inconvenientes con los argentinos que estuvieron en esa misión. No hicieron nada por fuera de lo que debían hacer. Gendarmería en cambio no se había revisado como institución, dominaba “la vieja escuela”. Y comenzamos a hacer un trabajo de campo a pedido del ministerio sobre la Policía Federal, sobre Gendarmería y Prefectura. A mí me llamó más la atención Gendarmería, sobre todo por ser prima lejana del Ejército. Tienen muchas cosas en común, más de las que Gendarmería y Ejército están dispuestos a reconocer. No había habido una reflexión interna de la institución. Por entonces, la incorporación de las mujeres recién había comenzado. Y además, dato clave que da lugar a mi libro, es la cantidad de gendarmes que había y la decisión del gobierno de Néstor Kirchner de hacer crecer a la Gendarmería. Pasa de 17 mil efectivos a 38 mil, en menos de 10 años. Y eso es solo decisión política. Por eso, para mí, hablar de Gendarmería es hablar del Estado. Es ver a través de ella cómo el Estado se transformó. 

-¿Cambió su lectura de ser una observadora a ser funcionaria?
-Los antropólogos somos observadores participantes. Estamos muy en contacto con la vida cotidiana. Pero, es cierto, la gestión no es lo mismo. Yo había tenido experiencia en Defensa y también en la universidad. Además, mis investigaciones siempre tuvieron un diálogo con las políticas públicas y fueron insumo para la política; pero no es lo mismo la gestión. Ahí tenés que tomar decisiones y estás en el nivel máximo, solo debajo del Presidente y del Jefe de Gabinete. El libro lo terminé en febrero de 2019, es decir, antes de saber que iba a ser ministra y te diré que entre esa fecha y hoy el libro fue para mí una orientación. Y también fue parte de las tensiones que viví como ministra. Está demanda permanente de gendarmes que parecía pretender tener casi de tener uno gendarme por esquina.

– En una entrevista en 2020, frente a la consulta acerca de si la sociedad pide más policía, usted remarcó: “Más gendarmes” ¿A qué se debe?
-Sí, pedían “gendarmes”. Nos esforzamos mucho en reorientar la demanda, y que no fueran solo gendarmes sino también policías federales, personal de prefectura, etcétera. Y ordenamos el despliegue de gendarmes en el AMBA, de manera que los efectivos de Prefectura estuvieran en los municipios costeros del Río de la Plata y hacia el interior pusimos a la Gendarmería, a la Policía Federal y a la Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA).  La demanda supera siempre la disponibilidad de personal; la verdad es que una persona no se puede repartir en 5. Es una manta corta. Por otra parte el pedido en números no está basado en ninguna lógica. Te dicen “necesito 200” y te preguntás por qué. Porque todo depende del operativo que montes. Pero la demanda es únicamente para las tareas de prevención. Por eso llegamos a la gestión ofreciendo profesionalizar las fuerzas en investigación criminal y en inteligencia criminal, manteniendo las dos cosas separadas. Algo muy difícil de desarrollar en la Argentina de la emergencia. 

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-¿Y cómo respondían frente a históricas demandas en seguridad?
-Hubo un momento en que, desde la provincia, había un requerimiento particular. Les ofrecimos una fuerza de respuesta rápida que había creado la Policía Federal mostrando que también se podía hacer mucho, de otra manera. Porque hay que tener en cuenta que cada acción tiene un costo humano. Nos habían presentado esta propuesta de respuesta inmediata. Y nos pusimos a trabajar en la versión final que es una fuerza modular con vehículos de distinta capacidad de respuesta, incluyendo motos. Esto es algo que funciona en zonas urbanas en el momento en que la gente entra o sale de trabajar. Se fragmenta para cubrir un espacio mayor y después se vuelve a replegar. Así, se hicieron operativos exitosos en Rosario, por ejemplo. Hay mucho para hacer y empezamos a ofrecer otras herramientas.

“Rosario tiene un problema grande que es su propia Policía”

-Aunque para hablar de Rosario necesitaríamos una nota aparte ¿podría identificar cuál es el principal problema de esa ciudad?

– Rosario es muy difícil. Tiene un problema grande que es su propia Policía que no termina de constituirse, que no logra la legitimidad que necesita. Y como son parte del problema, aparece el tema de la desconfianza. Hay mucha fuerza federal en Rosario, pero no alcanza por todo lo que hay que hacer. En octubre del 2020, creamos una sede allí para tratar de mejorar el trabajo que hacen las fuerzas con la Justicia, porque había desarticulación entre las causas y mucha parálisis investigativa.

-¿Qué diferencias concretas nota al contrastar “desde adentro” de las fuerzas, el período kirchnerista del macrista?
-Si bien en términos discursivos representantes políticos de la derecha como Patricia Bullrich declamaban que “no iban a tirar a un gendarme por la ventana”, en términos concretos sí tomaban decisiones imprevistas que ponían en riesgo a las personas que integran las fuerzas, como ocurrió con el envío de gendarmes a las 23hs hacia Jujuy donde perdieron la vida 43 agentes. Desde otro lado, Nilda Garré logró que se incorporaran conceptos de DDHH, incluyendo políticas de género, de las que también ellos se vieron beneficiados. Pero no se trata solamente de riesgo físico sino también los expuso a un riesgo jurídico, penal. Sin embargo, creo que hubo continuidades desde abajo. Por ejemplo, todo lo referente a formación donde, más allá de los cambios de programa, como hicieron en la gestión de Bullrich para que no hubiera autores peronistas, el resto se manejó más o menos igual. Para mí la gran diferencia es que no había un interés demasiado exhaustivo por parte de Bullrich de analizar cómo la gente se formaba, algo que sí estaba muy presente en la gestión de Garré. Y eso continuó un poco por abajo. Se veía que los gendarmes, en algunos casos, tenían opiniones diferentes de las que avalaba a la ministra de entonces. En parte porque ahora sabían que eso los ponía en riesgo jurídico real.

-¿Considera que los integrantes de las Fuerzas Armadas o de Seguridad son de derecha?
-Hay de todo. Tenés muchos que son peronistas, algunos radicales, otros liberales, pero la inmensa mayoría no te dice lo que piensa políticamente. No habla de su interés o ideología política. Así todo, habría que preguntarse también qué es ser de derecha y de izquierda hoy. No podría responder eso porque no hay encuestas de opinión que tomen este universo profesional. Lo más importante no es la ideología, su inclinación político electoral, sino que actúen conforme al Estado de Derecho.

Foto Maximiliano Luna
(Foto Maximiliano Luna)

-¿Y se puede decir que tienen algo aproximado a lo que llamamos “consciencia de clase”?
-Primero recordemos que Fuerzas Armadas y Fuerzas de Seguridad no son lo mismo. La Antártida puede ser un parámetro de cómo votan las fuerzas armadas, porque la mayoría son militares. En el caso de las fuerzas de seguridad, de las cuatro fuerzas de seguridad, en tres vos tenés cuadros de oficiales y suboficiales. Y aunque no sé si lo llamaría “consciencia de clase”, existe una distancia social y de clase; aunque cada vez las diferencias se achiquen. Muchos suboficiales tienen títulos universitarios y eso expone cierta tensión interna. Ahora, cuando hay represión, es ambiguo el sentimiento. Con Gendarmería, fue clarísimo el caso de la represión en 2017 cuando un grupo de manifestantes les pedían quitarse las máscaras con celular en mano, “muestren la cara”, “no nos agredan”, “somos todos argentinos”, decían. Y entonces, en respuesta al pedido, uno a uno lentamente, se las quitaron. “Sonrían para la cámara” y “¡Eh! Mirá, son personas”, gritaba al constatar con ironía, lo obvio: la común humanidad tras la radicalización de la diferencia que el ejercicio de la fuerza impone. Ellos están muy incómodos cuando los ponen en el lugar de reprimir a la gente que los putea. No quieren eso. Necesitan legitimidad. Por eso la gestión de Bullrich los puso en el peor de los mundos. Y después aparecen reflexiones que exponen esa ambivalencia, como planteos sobre si son o no trabajadores. Cuesta; no es fácil ese lugar. Por eso nosotros, desde que asumimos, no tuvimos ninguna escena de esas. Las evitamos todo lo que pudimos. Por ejemplo, frente a la demanda el primer día que llegamos al Ministerio de que enviaramos gendarmes para reprimir en la zona del lago Mascardi, propusimos una línea de resolución alternativa de los conflictos, que fue realmente fructífera. Quisimos evitar más muertos. Sabemos el costo que significaría tanto para el Estado como para la fuerza y para la población.

-Desde la política, se intentó varias veces el encuentro entre civiles y militares comprendiéndose como parte de la misma sociedad. Un caso emblemático fue el Operativo Dorrego, en 1973 ¿Cómo cree que debe darse esta relación y qué lugar tiene la formación para lograr esto?
-A mí lo que me llama la atención de esto es que pasaron muchísimos años. Y no solo eso, sino que también hubo mucha gente que trabajó muchísimo para que las cosas cambiaran. Desde los organismos Derechos Humanos hasta la propia población, con sus manifestaciones masivas, pero también desde el gobierno de Néstor (Kirchner) o incluso el de (Carlos) Menem o el trabajo del CEMIDA que fue un trabajo muy invisibilizado donde hubo militares que se negaron a torturar incluso en dictadura. Te recomiendo el documental Santa Lucía, de Andrea Schellemberg (https://www.youtube.com/watch?v=cIyJz7I8xSU) donde refiere al caso del Coronel Mitelbach en Tucumán. Es importante tomar conciencia de todo lo que se hizo para que las Fuerzas Armadas y de Seguridad se convirtieran al Estado de derecho.  Si comparáramos nuestras fuerzas con las chilenas, las brasileras, las peruanas o las colombianas, encontraríamos diferencias enormes. La intolerancia que hay a la violencia en nuestras fuerzas es muy grande. Por supuesto que hay excepciones, como en todo, pero por suerte somos muy intolerantes a la violencia y en las fuerzas de seguridad también pasa eso, al menos en su mayoría.

-Un parteaguas para Gendarmería fueron los casos Maldonado y Rafael Nahuel. En su libro revisa cómo el caso Maldonado remitió más a la dictadura que a los 15 años anteriores ¿Cómo vivió Gendarmería estos casos?
-Gendarmería es una fuerza “híbrida”, como dicen ellos, o intermedia. Es una fuerza de seguridad con funciones de defensa. Se ocupaba del cuidado de las fronteras y después fue llamada a cumplir otras funciones adicionales. Maldonado es un caso que tiene múltiples miradas y tensiones. Una es la que lleva al episodio de los 70, según la cual no hay lugar a dudas de que a Santiago lo desaparecieron y lo arrojaron al río. Pero ni siquiera la autopsia del EAAF confirmó esa hipótesis. Si hubieran dicho algo diferente… te digo que confío plenamente en el EAAF. Pero entre esa pericia y lo que yo fui escuchando desde adentro de la Gendarmería y lo que hicimos siendo yo ministra, como la investigación administrativa me lleva a creer que fue pura negligencia. Torpeza, torpeza y más torpeza más la decisión política de hacerlos hacer algo para lo que no estaban preparados. Ahí lo que debió haberse hecho era movilizar al Destacamento Móvil 4, como explico en el libro.

– ¿Qué ocurre con la Gendarmería cuando ocurre un hecho como el de Maldonado ¿se abroquela? ¿Hay quienes toman distancia y dudan?
-Internamente ninguno de todos aquellos y aquellas con las que hablé podía creer que alguien de la fuerza pudiera desaparecer una persona. Nadie. Nadie. Nadie.  Era inadmisible para todos.

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